26 de junio de 2008

El humanoide, mal llamado hombre titubea. ¿Sería lo correcto? Tiembla de pavor. Escuchaba una voz interior diciéndole: eso hay que hacer, en dónde está la duda, si el momento es grato y tu sonrisa complaciente, el aire tibio, las llamadas cómicas y los comentarios hacen su mecha aunque algunos en su atmósfera quedan. Se decidió, no lo pensaría más. La gravedad de un acto se debe a la importancia que uno le da (léase "efecto dominó",domino). La punta seguía cautiva y el pie le temblaba, no quería hacerlo, debía. Finalmente, cesó y tiro a la deriva todo aquel pensamiento estúpido. Dio un paso. Otro y otro y otro. Cuando se dio cuentan no podía parar. Huellas y marcas y no lo controlaba los pies, iban solitos a la par dando círculos parecían descontrolados. Esa vocesita, siempre vigente le advertía que se detenga, las consecuencias serían su derrota, serían el agujero que estaba pisando. Se dejó llevar. Se sintió bien. Cuando las cosas estaban quietas y el mundo disimulaba estar nulo todo era increíblemente fácil y pacífico y su ser bípedo en caos. Cuando la brisa estaba en su tiempo normal y no se aceleraba por correr, todo era bueno pero ya era tarde... la voz le retumbaba el cerebro, esa pequeña porción de aguda/grave que le seguía diciendo estrafalariedades. Un paso en falso, se calló. En el medio de la circunferencia que había circulado la gente gritaba. La cabeza se le desangraba. La típica "no hay nada que ver" y ese chillido nuevamente interno que le decía que todo terminó fuera de control, pero a veces es uno se debe sentir querido.

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Mis carnavales... (son canívales y amantes)