Ya con los ojos secos me replanteaba la idea de que la noche esté blanda. Quién quiera saber si fue el júbilo o cortarme a petit plazos el respirar. Me encontraba absorta en mi pobretona soledad con los pies descubiertos y los labios como oculares. Una suavidad artificial, una luz demás y mi cabeza repitiéndome "basta de dar lástima" *me. Y ese calor que tienen las manos cuando se dilatan, que me hacían más impune que de costumbre.
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