11 de enero de 2009
Habían pasado ya varios días sin pensarlo ni hablar de él, quizá semanas, quién te dice, un mes tal vez. Cuando se volvía a la mente, el canon debía cumplir su función para deshechar los residuos internos y dejar los lustres dignos de ser recordados, y a veces, cuando la enfermedad era peor que el remedio me autorepetía "es peor que monstruo con tacones". Los seres dignos de razón lo dejarían ahí, en un lóbulo temporal cualquiera, mientras que en mi persona, tristemente se asemeja hasta con los distintos tintes enrojecidos de la tierra. Entre los dientes restos de esmalte carmín insitose a sacárselo, mas no es pintura sino otro que muerde el polvo.
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